ÉTICA HACKER Y CULTURA MAKER PARA EL CUIDADO DE LA DEMOCRACIA
InnContext presenta una nueva entrega de Mujeres que abren caminos, una serie de entrevistas en profundidad protagonizadas por mujeres latinoamericanas que, desde su inteligencia, valores, coraje, amorosidad, integridad, convicción y compromiso con el bien público abren nuevas puertas a lo posible.
Mujeres como Francisca Keller ayudan a la sociedad a comprender la complejidad de la irrupción tecnológica y los desafíos que impone el desarrollo masivo y global de las redes sociales. Francisca encarna la inteligencia individual que se pone al servicio de la generación de conocimiento colectivo para comprender cuáles son los cambios que demanda la democracia del siglo XXI. Ella está a la vanguardia de los movimientos sociales porque no los juzga, sino que los investiga, los analiza y los comprende, para acompañarlos y, sobre todo, para activarlos. Sabe que el poder ciudadano, lejos de concentrarse, cada vez está más distribuido en esa nueva institucionalidad llamada internet. Y sobre todo está convencida de que los cimientos de los muros de las redes sociales están en las calles y en los espacios públicos.

La primera referencia que Francisca hace sobre las tecnologías digitales y su función social tiene que ver con los memes. Los memes, los remixes y todas esas formas de expresión creativa del mundo digital acompañaron la movilización social desde sus inicios y dan cuenta del grupo social que la impulsó: «Es sabido que el movimiento social chileno se activó con los y las estudiantes de secundaria. Pero poco se analiza la cultura que venía con ellos y sus formas de comunicarse». Y esto es, justamente, lo que hace Francisca Keller.
«Trabajo e investigo en torno a innovación y ciencia ciudadana y a democracia mediada por dispositivos digitales», explica esta formada militante chilena de la ciberdemocracia, magíster en Comunicación, Cultura y Ciudadanías Digitales y candidata a doctora en filosofía. Francisca es también activista y forma parte de la comunidad Decidim, una plataforma digital para la participación ciudadana que tiene su origen en Barcelona y que se está expandiendo a otras ciudades del mundo. Junto con su colega Sofía Britos forman la dupla Lucila, un proyecto de desarrollo de tecnologías feministas para la innovación ciudadana. Además, es coordinadora de innovación en la prestigiosa Fundación Teatro a Mil. A sus 37 años, ha coordinado los más diversos equipos y proyectos y recorrido buena parte de América Latina, además de residir en Medialab Prado, Madrid, uno de los laboratorios de cultura digital e innovación democrática más importantes del mundo. Su mirada y su trayectoria cruzan la actividad académica con el activismo, el análisis de las tecnologías digitales con el feminismo y la democracia con las expresiones artísticas y creativas. Esto le permite analizar desde una óptica particular el estallido social que ocurrió en Chile a finales de 2019 y las nuevas dinámicas de participación ciudadana que están cambiando vertiginosamente la configuración de los movimientos sociales y permitiendo que sectores históricamente silenciados puedan irrumpir en la escena pública y ocupar espacios de poder.

Recuperar la institucionalidad
«La cultura digital fue clave, tanto en la resignificación de las redes sociales como en la producción de nuevos contenidos que pudieran activar esa movilización. Sin embargo, los analistas no lograban entender la orgánica del movimiento social, porque no tenía un flujo de autoridad evidente». Para Francisca, esto está estrechamente vinculado con la cultura digital que permea los movimientos sociales, especialmente los protagonizados por juventudes. «Las movilizaciones rompían con la orgánica de los movimientos sociales y rompían con la lógica institucional. Y eso se canalizó a través de distintas formas creativas que aparecían en el espacio digital y que llevaron al gobierno a juzgar la movilización como una verdadera invasión alienígena. Esa cuestión fue motivo de nuevos memes que llevaron el movimiento social a un tono de celebración que solo fue interrumpido por la violenta represión que se vivió en Chile».
Pero el medio digital no fue únicamente un vehículo para expresar las consignas de las movilizaciones y las demandas sociales. Francisca considera que tanto el medio como las consignas tienen que ver con las nuevas generaciones y sus formas de entender y producir el conocimiento. «Tienen que ver con la cultura de la colaboración, de la organización y la acción colectiva. Y eso, a su vez, deviene en la idea de recuperar lo que es de todos y de nadie al mismo tiempo». Francisca afirma que estas son formas de desafiar el orden, desafiar la estructura de jerarquización de la administración que domina las instituciones. Pero en ese desafío, está la intención de recuperar la institucionalidad, entendida como algo «que es de todos». Y cuando Francisca habla de las instituciones lo hace en un sentido amplio: desde los organismos públicos, las universidades, hasta los partidos políticos y los mismos movimientos sociales. «Muchas personas que nutren la orgánica institucional no participan de los resultados de la gestión. Y ahora quieren entrar y quieren cuidar hasta el final y hasta el último segundo sus instituciones».
«Se está instalando el pensamiento intrínseco de la cultura digital, por lo que ya no somos meros receptores de las acciones institucionales, sino que somos productores de acciones. Y eso exige un cambio absoluto de la orgánica institucional en sentido amplio, que si no hacen esta transformación y salen de la lógica de las directivas cerradas y con opacidad, van a caducar». Francisca advierte que esta opacidad se manifiesta en una falta de entendimiento de las directivas de los partidos políticos que cada vez se alejan más de sus bases militantes. «Ya no se trata simplemente de un partido de la izquierda progresista que se pelea con otro partido de la izquierda progresista. La gran crisis es que las directivas no representan a sus propias militancias y no son capaces de reconocer sus demandas».
Esta falta de representatividad tuvo su expresión concreta en la elección de constituyentes, realizada el pasado 15 y 16 de mayo, en la que sobresalieron las candidaturas independientes por fuera de las estructuras partidarias tradicionales. «Hoy estamos viendo el lado bonito de Chile, en el que se eligieron mujeres, feministas, disidencias, aunque lamentablemente no se eligieron representantes trans. Pero estas personas independientes venían de una lista que, con mucho esfuerzo, mucha cultura digital, organización y resignificación de las redes sociales, lograron entrar en una orgánica institucional y un diseño de la convención constitucional que básicamente los dejaba afuera. ¿Cómo pudieron entrar, cuando los analistas ni siquiera lo pudieron prever? Es una cosa impresionante, no hubo ningún medio que pudiera anticipar que iban a entrar estos independientes y en esta cantidad». Por esto, para Francisca, los independientes «son los vencedores reales del proceso».

Sistematización de la información… ¿y después?
La elección de constituyentes en Chile marcó un punto de inflexión y arrojó luz sobre un proceso que se estaba gestando hacía tiempo en las periferias, en los lugares marginales. Francisca toma como ejemplo el caso de Puente Alto, al sur de Santiago, en donde la Coordinadora Social Shishigang, en la que milita el ídolo de trap Pablo Chill-E, logró ocupar espacios en los grandes canales de televisión, gracias al trabajo de su alcaldía colectiva y su representante, Matías Toledo. Así, La Shishi, como la llaman popularmente, se posicionó como una de las principales fuerzas políticas emergentes de la revuelta popular y el trabajo a través de las redes sociales. «Las clases populares, los considerados sujetos marginales en clave de análisis social, fueron los primeros que se dieron cuenta de que un método de organización digital era necesario». Y, según Francisca, este nuevo método de organización, junto con la cultura que trae aparejado, está ganando terreno como una alternativa real para la participación ciudadana. «La cultura digital está cambiando la forma de organización y está generando proyectos muy interesantes que permiten cuidar las democracias y cuidar también los dispositivos digitales. Este cambio tiene que ver con una ética hacker, que promueve la descentralización del poder. Y también la cultura maker, que es la cultura del hacedor».
Esto se vincula con la necesidad de generar nuevas estructuras orgánicas de las instituciones que permitan la participación real de las personas, de las militancias, de la ciudadanía. Porque estas lógicas institucionales también dominan el diseño y la realización de los procesos participativos. Por esto, cabe hacer la pregunta: ¿realmente los procesos participativos promueven la participación? Francisca afirma que hay que empezar a responder esta pregunta observando el diseño de los procesos. «¿Dónde está la real crisis? Está en la persona que conduce el proceso participativo y para quién trabaja. En el fondo, la incidencia de quien participa de estos procesos está siempre mediada por el facilitador. Poco se ha problematizado la forma en que se sistematiza la información, las voces de los pueblos y las comunidades, y no se hace la devolución de esta información a las comunidades». Entonces, dice Francisca, es cuando se produce la falla: los participantes del proceso no conocen los resultados y, por tanto, son excluidos de la toma de decisiones. «Cuando Chile se activó, tú mirabas para acá, mirabas para allá, y veías un cabildo, veías asambleas en las plazas, en los paraderos de micro. Veías grupos de personas conversando. ¿Se sistematizó ese proceso? Sí, esa sistematización existió, pero todavía no se conocen los resultados».
Y es en este punto donde la tecnología juega un rol crítico. Dice Francisca que «la tecnología es tan importante porque permite la trazabilidad de los procesos». Los espacios digitales ofrecen la posibilidad de democratizar ese conocimiento: desde el diseño del proceso participativo, las personas que intervinieron y lo facilitaron, hasta su sistematización. La tecnología permite que la gente pueda conocer las propuestas que se hicieron y si fueron rechazadas o aprobadas y por qué. «Hay muchos ejemplos de otras formas de organización mediadas por la tecnología. Y los organismos internacionales tienen que seguir haciendo esfuerzos para prototipar este tipo de experiencias. En Chile, por ejemplo, estamos prototipando desde los feminismos, las disidencias, lo que llamamos los flaites, los sujetos marginales que conquistaron el espacio público a través de las redes digitales. Los movimientos sociales que hoy están en la Convención Constituyente a pesar de todas las trabas que se impusieron para impedir que accedieran».
En este contexto de irrupción de la cultura digital mediada por los dispositivos tecnológicos como base para el diseño y la instrumentación de procesos democráticos, la cuestión de la brecha digital aparece como uno de los grandes obstáculos para la consolidación de nuevas orgánicas transversales basadas en la ética hacker. Pero Francisca tiene una respuesta a este desafío. «Se decía que la tercera edad nunca iba a poder usar la tecnología. Pero, hoy día, en esta situación de COVID en la que se impuso el trabajo digital, la brecha se solucionó cuando a las personas les pusieron internet en sus casas y un computador. Y se acabó el problema. Entonces, la brecha tiene que ver con la voluntad política». Y lo mismo ocurre con los procesos participativos: «el software está ahí, los dispositivos están ahí y los dinamizadores o facilitadores también, porque son las mismas asambleas territoriales. Si tú vas a una asamblea territorial y pones internet y les das un celular, esa asamblea se puede organizar digitalmente. Y sabemos que mientras más amplia sea la cobertura de internet y mayor el acceso a los dispositivos, vamos a tener más movilizaciones y más movimientos sociales activos». Dice Francisca que, pese a que no hay que perder de vista que la internet es un gran dispositivo de control, sirve a la vez para dar grandes batallas. «Por eso, hoy por hoy, el tema de la internet gratuita y abierta es un tema de connotación pública».

La verdadera demanda es la justicia social
«Hace poco estaba recordando el momento en que vi por primera vez la demanda de una asamblea constituyente en el espacio público. Y recordé que la primera vez que la vi fue pintada en color fucsia y en letra cursiva. Y cuando la vi pensé: eso es pensamiento feminista». Francisca considera que la activación de los movimientos sociales, feministas, y de las disidencias tuvo que ver con la justicia social. «La Convención Constituyente no fue un pedido de la demanda ciudadana. Pero si todos estos movimientos sociales organizados no hubiesen permeado la Convención Constituyente, la movilización popular se hubiera activado nuevamente». Francisca añade que los tiempos de los movimientos sociales son muy diferentes de aquellos que rigen la lógica institucional neoliberal, que atiende más a la eficiencia de los procesos democráticos que a su cuidado. Y esto también se vio reflejado en el proceso de elección de constituyentes.
«En estos meses, tuvimos a todo Chile compitiendo en la elección. Tú abrías la papeleta y veías a todo Chile y dentro de esa totalidad veías una práctica partidista muy violenta que puso los rostros de personajes de la televisión para poder ganar. Esa fue la valoración que las élites hicieron del movimiento social». Francisca señala que los movimientos sociales y las organizaciones de base deben velar por el cuidado de las instituciones y de los procesos participativos, ya que se enfrentan a un diseño que permanentemente busca impedir el acceso de los movimientos sociales a los espacios de planificación institucional a través de la ruptura de la organización colectiva. «Cuando tú pones a rostros de la televisión para disputar un cupo en la Convención Constituyente, tú estás revelando el diseño del proceso. Y lo principal que estás revelando es que ese diseño no tiene nada que ver con las demandas sociales».
Y, nuevamente, en el diseño entra a jugar un papel importante, la tecnología. «La tecnología puede mediar en problemas sociales complejos porque le da voz a los que no tienen voz. Es muy importante para descolonizar la visión de desarrollo porque amplifica las voces territoriales». Desde la perspectiva de Francisca, la tecnología puede y debe servir a la democracia y a la justicia social, que son las demandas de fondo de las movilizaciones, hoy canalizadas a través de una Convención Constituyente.
Pero, detrás de esas demandas, está la cultura digital que no solo tiene que ver con dispositivos tecnológicos, sino también con las expresiones en el espacio público: «La Convención Constituyente llegó a Chile a través del grafiti. Y así llega la reforma de Carabineros, será a través del grafiti. Pero hay que recalcar siempre que el movimiento chileno significó muchos muertos y muertas. Muchos presos políticos. Muchas personas sin visión, que ya nunca podrán volver a ver a sus hijos e hijas. No hay que olvidar nunca que el proceso chileno fue tremendamente sanguinario». Y, además, Francisca advierte que la crisis de representatividad es permanente. «Por esto, creo que es muy importante que los movimientos feministas, los movimientos sociales, descubran cómo ejercer esa justicia social y cuáles son los mecanismos y que la pongan en la esfera pública. Y la esfera pública es la calle».

Autora: Yanina Paula Nemirovsky (Fundación Avina)
Autora de las infografías: Emilia March
El contenido de este InnContext no refleja la posición de la Fundación Avina sobre el tema.